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28 de junio de 2007

Gran Discurso: El ataque de los lotófagos

La editorial Gran Discurso se encuentra de gala por el estreno de su más reciente título. Descubrimos una peculiar revisión del clásico griego La Odisea, a cargo de la célebre escritora Egon Hidemme reconocida por sus inusales adaptaciones literarias, todas cobijadas por el mismo sello editorial. En El ataque de los lotófagos, la autora de San Nietzsche apóstol, demuestra su talento narrativo al conjugar el monólogo interior con un narrador cuasipresente como lo denomina Hidemme:
Ningún autor en la historia de la humanidad había hecho lo que yo. En algunas páginas de la novela, el lector deberá utilizar elementos técnicos reales pero de origen ficticio, de este modo pretendo fundir, quizá de forma insensanta, pero genuinamente, conceptos discutidos desde los antiguos griegos.

Esta "innovación" a decir de la autora franco-guatemalteca consiste números telefónicos que aparecen en la novela. Al marcar estos números en la vida real, desde cualquier lugar del planeta, el lector escucha grabaciones que encarnan y dan seguimiento a la trama de la narración. Dan pistas al lector junto con el personaje, quien padece de amnesia. Asimismo, cada semana por el transcurso de un año, las grabaciones serán cambiadas y el sentido del libro cambiará drásticamente también.

Ambientada en la mitad del siglo XXI, Calipso, una poderosa empresaria neoyorquina conoce a Úlises, un apuesto agente de bolsa de Buenos Aires. Después de un apasionado y explícito encuentro en la mansión de Paris Gilthon, ambos se separan. Calipso viajará a la Ciudad de México, donde conocerá a Penélope e intentará con la ayuda de los lotófagos, recuperar al viajero Úlises. Con un sútil realisto, lleno de fantasía y anécdotas emparejadas con el texto homérico, Egon Hidemme logrará cautivar a los lectores.

26 de junio de 2007

Extraordinaria versión

Esta felicidad de no tenerte, me parece tan poquita. En las explicaciones que encuentro sobre la poesía, te pongo por ejemplo y no me eres suficiente. Raymond Carver dice que tú no eres tus personajes, pero tus personajes sí son tú.

Insisto. Tan poquita es, que añoro, invoco, procedo a sorber sabores según la intensidad del día. Tras soleadas sombras, el hambre da vueltas a la página como quien al terminar un libro no ha probado el hojaldre del final. Podría ser.

Podrias ser. Una exquisita tejedora de ánforas sanguíneas. Pero no nos basta, sólo podrías ser. ¡Qué no nos digan que la imaginación es extraordinaria, si acostumbrada es de lo que no cumple! Sólo si cumpliera su cometido, alentaría de súbito a la realidad encantada. Mas, estas dos nunca trabajan por partes iguales. La una sosiega a la otra ante el primer suplicio de empalme.

Ordinaria es ya la imaginación que te mira. Manera alguna no existe para estirar las sorpresas al verte, revisitada por mis anteojos eres. Te observan como la mujer que sostiene a una niña, aguarda esa mujer con sus ridículos gestos las sonrisas matutinas de la niña. Al mismo tiempo la cinta corre. En sepia haces el recorrido, filantrópica y aparente es tu naturaleza. Acercamiento a tu rostro. Comunicas virtud y belleza. Travelling que te acompaña hasta una puerta de bienvenida certeza.

No hay alegría más grande,
cansada como ésta,
al pensarla
ya no la siento
un traje del sentimiento,
más que una remembranza,
de lo que no tuvo tiempo.

Extraordinara versión sin embargo, pareces desde la ausencia, cada vez que la nada coger se deja.

6 de junio de 2007

Retroanticipación

A manera de diálogo quiero dejar un recado para mi propio yo que seguro leerá esto dentro de muchos años. A veces uno quiere recordar como se siente un acontecimiento cuando se repite varias veces, aunque sería mejor decir que uno quiere que un acontecimiento en particular, se repita para volver a sentir lo mismo de ese momento.
 
¡Qué lata! Tengo las ideas tan claras cuando estoy en la calle, cuando no cavilo aún en acercarme aquí y escribir lo que estoy pensando, que cuando finalmente estoy aquí... Y si un entusiasmo se difumina tan velozmente, entonces ¿cómo poder retener una emoción que se diluye con el pasar de los años? Necesidad de mímesis.

Últimamente mi perspectiva más pesimista tomando en cuenta algunas peripecias de mi vida, algunas eventos se unen o conectan con otros en un contexto deliberadamente opuesto. Por ejemplo, hoy veía una película mexicana con Ignacio López Tarso y Elsa Aguirre, donde sus personajes eran artistas. Entonces López Tarso mostró una escultura de Apolo, en su forma de Febo, un hombre en apariencia mediocre pero que es verdaderamente extraordinario. Como la respuesta de Marcel Proust a la pregunta:

"¿Sus heroínas favoritas en la vida real?
Una mujer genial que lleve la existencia de una mujer corriente."

Ahora bien, eso me lleva a toda una gama de preguntas abiertas a mí mismo. ¿Cómo alcanzar un estado de vida extraordinario? Para entrever una respuesta a esta pregunta, hago la conexión con otro tema que también me causa una constante búsqueda de diáologo: ¿Qué es el pecado? Si hiciera esta pregunta a los psicólogos responderían que tal cosa no existe, pero si le hiciera la misma pregunta un filósofo me diría que se relaciona de alguna manera con los antivalores, sin alcanzar planos metafísicos seguramente.

Busqué entonces una definición del pecado desde una perspectiva religiosa, pero no una visión tradicional que se ofrece a los parroquianos.

Para la Teología de la Liberación el origen del pecado tiene dos posibles teorías. Una basada en Génesis 3 y la otra basada en Génesis 4. Según Gustavo Gutiérrez, el hombre desde allí comenzó a vivir una vida cargada de ansiedad porque enfrentaba una existencia sin significado y sin confianza. Quedó alienado por ambición y por desamor al prójimo, y perdió su autonomía como criatura. Dice textualmente: El pecado en tanto que ruptura con Dios es una realidad histórica, es quiebra de la comunión de los hombres entre ellos, es repliegue del hombre sobre sí mismo. Repliegue que se manifiesta en una multifacética posición de ruptura con los demás.

El hombre peca: por propio egoísmo. El hombre en razón de su amor propio es autorresponsable. No puede atribuir su adversidad a su destino, sino a su codicia. La codicia se expresa por su deseo de adquirir poder por encima de sus hermanos.

Según la teoría de Génesis 4 la relación de Abel con Dios creó celos en Caín. Por lo tanto el origen del pecado es el rechazo absoluto a quien está más cerca. El origen del pecado no está en el acto adánico contra Dios, sino en el acto caínico contra Abel. No es el rechazo directo a Dios, sino el rechazo directo al prójimo. Es el hombre contra el hombre. Por ende, no se puede interpretar que la ruptura relacional entre los hombres sea un defecto de la creación. El hombre no fue creado asesino, sino que sus injusticias propias crean su propia responsabilidad.

Según esta teoría, no fue la desconfianza hacia Dios, sino el rechazo hacia el prójimo lo que originó el pecado, y se obtuvo como resultante la deshumanización.1

Esta definición de pecado me recordó irremediablemente a Friedrich Hölderlin, que vimos en clase de Poética y su Sobre el modo de proceder del espíritu poético:

El solitario, aspira a tres cosas:

1. A la pura mismidad: egolatría.
2. Aspira a la distinción: no hay comunicación, yo frente a los otros y los otros frente a mí.
3. Aspira a la armonía: estamos armónicamente contrapuestos.

De este modo, Hölderlin propone que debemos alcanzar la tercera aspiración, ya que esa nos proporcionará un entendimiento verdadero con el otro.
 
¡Pero he perdido mucho el hilo! Sólo quería dejarme una nota sobre el proceder de mi incidencia amorosa. Asimismo, no sólo la incidencia y reincidencia, también la ausencia y la educación. La pasión condiciona, educa, moldea, programa, asienta sus virtudes y vicios en tramos del alma.

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