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31 de agosto de 2007

Contemporáneos al sol

Yo no entiendo a los que están antes de mí. A los que están, a los que vinieron. Escuchan ellos alguna melodía extranjera a mis oídos y mi mente se nubla en una ignorancia que me molesta pero que también me da tristeza.

Quisiera comprender a esos que están antes que yo, aquellos que bajo otras cartas astrales jugaban con las otras canicas, los otros cochecitos de pedales, aludían otras canciones para dar vueltas o rompían vidrios con sus pelotas. Pero esos recreos no me pertenecen.

Alabaría contemplar tan siquiera una sola vez el modo en que ellos pasaban las calles transitadas, tomando la mano de un adulto, acompañados en su confianza. Como si imaginaran aquel simple cruce peatonal, como una aventura que recordarían por días y días. La contarían a todos sus amigos, como quien cuenta que uno se ha muerto.

Desearía que su memoria fuese más larga y ancha para poder estirame en sus emociones. Que recordaran las palabras y los hechos con mayor nitidez, sin tantos inventarios. Aunque no todo se olvidaba cuando se iban a la cama temprano. Por que a veces no cerraban los ojos por temor a que surgiera un monstruo debajo de la cama y los llevara muy lejos de mamá y papá.

Pero han dividido este mundo en generaciones. Esos que vinieron antes que yo, conocieron la muerte más temprano. Yo quisiera haberlos conocido desde antes, con las mismas canicas y el mismo dolor, porque no sé aún cómo abrazar al tío que sirve los cafés en la sala funeraria. Ni sé cómo mirar la mesa ausente de una sonrisa, o el silencio permanente de la compañera, o de un regaño o llamada de atención. No sé desaparecer todavía lo que la vida ha de dejar de mimar.

Los que vendrán después de mí sabrán algún día esto que yo me refiero.

21 de agosto de 2007

La voz a ti debida

Pedro Salinas, 1933.

"...la voz a ti debida"
GARCILASO, Égloga III

"Thou Wonder, and thou Beauty, and thou Terror!"
SHELLEY, Epipsychidion

[1]

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reló
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.

3 de agosto de 2007

Poema erótico

Este es un poema erótico sin bocas, ni manos, ni pechos ni nada. No, borro lo dicho. Esto no puede ser ningún poema, tan sólo acumulación de otros rostros dispersos, que se fijan en la postura sentada al fondo a la izquierda.

Si tu cuello no girara,
siguiendo la dictadura
de tus ojos, no encontrarías
la mentirosa sorpresa de verme,
cosa alguna que decirte,
bajaría del ascenso contigo

Con la furtiva tarea de mil vírgenes, que se replegan y amalgaman a tu alrededor. Tal vez, serán mis ideas solamente y no un verano el que me ofreces como fresas salvajes.

Insistes al mirarme. Quisiera tener algo más que mis estrofas del silencio, acaso los párpados tengan su propio lenguaje que los cables no traducen. ¿Las pestañas, las cejas y las gafas también presienten los volcanes entre cada semáforo? ¿Sabrán ellos distinguir la angustia de una sonrojada vista entre asientos?

De pensar que cada cuerpo no es más que una distracción para las almas, me invado de materia y deseo las fuentes que conspiran por lo que nuestras lenguas llaman cabellos. Qué afan por verte desconocida en el autobús de las siete. Qué inútil adivinar tu nombre, lleno de varios dulces y aureolas musicales a tus oídos. Finges dormir para que el vientre que separa mis ojos, se hinche al atravesar las ventanas.

Hay una nota musical no descubierta aún, profecía de panderos al vislumbrar eso que me dices cuando aislas tu frente hacia los coches que nos rebasan. Y todavía cuando suena el timbre de tu huida, de tu no me busques entrevistas íntimas, giras toda la historia de los que aprendieron a volar sin saberse aves a través de ti. En dos breves parpadeos, suculenta, conversas con las más grabadas escrituras que llevo sobre mi postal que voló por otros aires y que habrá de regresar cuando desciendas.

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