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22 de junio de 2004

Baisers volés

Ya que no puedo utilizar el Pincipio de Incertidumbre de Heisenberg para hablar de las Ciencias Sociales, ya que estas teorías científicas suponen resguardar cierta distancia sana con las prácticas sociales; además, de alguna manera lo que he escrito o dicho tiene que ver con esa teoría en mayor o menor medida de otras relaciones intertextuales existentes en mi no conciente o lo que sea, que en estos momentos ya no es eso.

No quiero sonar teórico otra vez, no. Pero cuando uno trata de articular ideas personales, sonamos diferentes, utilizando palabras no cotidianas. No sé.

Estaba decidido a encontrar una forma sutil y bella para hablar de esta persona cuasificticia que habita en el cinematógrafo. Un personaje que ya lleva ahí casi cincuenta años y que yo ya debía haber conocido, considerando que me gusta el cine. Hablo nada más y nada menos que de Antoine Doinel. Tarde o temprano iba a conocerlo. Como en el futuro conoceré a otr@s, en la literatura, en la vida.

Una frase magnífica que leí en Besos robados, es una frase que no encuentro ahora en Internet. Y eso es muy bueno. No encontrar la autenticidad de algo tan preciado, al menos para mí; sino encontrarla sólo en mí memoria, por ahora reciente, de un hecho pasado.

Ver Shrek 2 un día antes también invita a la reflexión. Y no hablo del anticliché al que apuesta la película, no, hablo de la relación entre una película del presente y otra del pasado. Hablo de que creer que lo nuevo es lo mejor, sólo lleva a una cultura del rápido desecho de las presencias reales por la incierta virtualidad venidera anteriormente construida.

Hoy hablo guiado por autores de alguna parte medio conocida...

La frase de a la que me refiero tiene que ver algo con el coito. Antoine Doinel bajaba hacia la estación subterránea del metro junto a un amigo, detective privado, y tenían un diálogo existencialista. Su amigo le contaba que hacer el amor o tener sexo, era lo que justificaba la vida o en su sentido más apegado, la muerte.

En estos casos (películas), menos estruendosos y más honestos, es cuando una película permite relamente un diálogo, tanto sensato como respetuoso de la capacidad intelectual del espectador, aun si la situación es deprimente o melancólica. Invoca a la reflexión.

Para matar a la melancolía... huir de los pájaros que nos acechan.

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