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24 de diciembre de 2004

La invención de la memoria

Hoy en la mañana, cuando restauraba en winamp las canciones de la banda sonora de Confesión de Medianoche (hecha por mí en un disco compacto), ya que debido a problemas técnicos perdí la información original y tuve que apelar a la memoria para recordar todos los temas musicales utilizados, más su respectivo orden de reproducción para no perder la estela musical original. Bueno, cuando todo eso pasó, el track de Ennio Morricone, Playing love, me hizo recordar lo que en ese momento creí la mejor escena romántica de una película, cuando 1900 es contratado para tocar un tema y traduce sus sentimientos instantáneamente mientras ve a una joven a través del vidrio del barco.

Sin embargo, rápidamente recordé películas del mismo director con iguales o mejores escenas sentimentales/románticas. Minutos después ya tenía en mi cabeza todo un collage de imágenes de muchas películas de diferentes directores, países y épocas rodando por mi cabeza, con Playing love como música de fondo para todas las imágenes y una alegría cinematográfica en el aire. Y me dije esto lo tengo que escribir, pero sabría que al menos este día no lo haría, como muchos otros días en que me digo lo mismo y termino escribiendo nada. ¿Entonces, querrás saber por qué estoy aquí? Si es que este es un lugar donde se está... pero bueno, lo contaré.

Hoy es un de esos pocos bellos días climáticos del mes, el cielo nublado, aires gélidos y un viento que mece a los árboles. El verde de las plantas reflejado en los cristales y las ramas sólo dormitan, un día para caminar a través de las calles mirando al cielo. Y así está todavía, aún no termina. En fin, este es sólo un elemento más que conforma la particularidad extraordinaria de este día.

Decidí tomar entre mis manos a Simone de Beauvoir y mis dedos comenzaron a entrever las primeras páginas de sus Memorias de una joven formal. Uno invoca a su propia infancia cuando lee la de otra persona. Empero, mi lectura se vió interrumpida por un llamado de mi mamá para que yo reacomodara libros comprados recientemente y así abandoné por un momento las memorias de la escritora.

No sé si tiene relación alguna pero el libro de Simone de Beauvoir lo compré en la edición 2003 de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, mientras que el libro que ahora hojeaba, lo compré en la pasada edición de la FIL, la de este año. Cuentistas judíos de Ilán Stavans un libro recomendado por la profesora Cristina Preciado, el cual, como ya te imaginarás, fue el nuevo libro que ahora leía entre mis manos.

Leí tan sólo la introducción, que a mi parecer fue bastante puntual y coherente en su desarrollo. El antólogo de dicho libro nos dirige indirectamente a un relato titulado La invención de la memoria, siendo el antólogo el autor de dicho texto.

En su introducción Ilán Stavans nos cuenta un poco la trama del cuento:
Zdenek Stavchansky, un judío checo poseedor de una memoria abarcadora y casi total que trabaja en cabarets y circos, es manipulado por el Partido Comunista en Praga y a la mitad del texto recibe la penosa noticia de que ha sido diagnosticado con una extraña enfermedad progresiva, "El mal de Wernicke", que promete fulminar para siempre sus capacidades recordatorias. Zdenek viaja a Inglaterra y después a México, el país de su madre, al perder la memoria.
Esta simple sinopsis del cuento atrajo mi atención para leer el texto al finalizar mi lectura de la introducción. Hubo algunas razones extraliterias que facilitaron esta atracción. En la mañana, cuando recordaba las canciones del disco que yo había compilado, reflexioné torpemente la importancia de la memoria para la renovación o restauración de pretéritos en el presente. Hasta se me ocurrió una frase para una cuento, novela o película aún no hecha, dicha quizás por neurólogos o familiares de un enfermo de alzheimer Ésta es la peor enfermedad de todas y aunque el enfermo se diera cuenta de esto, pronto su ansiedad desaparecería, porque su angustia se olvidaría para siempre. Al menos en ese cuento, novela o película. En otras, existe el eterno resplandor para una mente sin recuerdos.

Las ideas de este día tuvieron una misteriosa interconexión, porque además de lo ya contado aún sucedieron un par de actos inauditos. Cuando terminé de leer la introducción de Stavans, busqué en el índice el cuento de Zdenek e increíblemente encontré esto en las primeras líneas:
Death is always on the way, but the fact that you don't know when it will arrive seems to take away from the finiteness of life. It's a terrible precision that we hate so much. But because we don't, we get to think of life as an inexhaustible well. Yet everything happens only a certain number of times, and a very small number, really. How many more times will you remember a certain afternoon of your childhood, some afternoon that's so deeply a part of your being that you can't even conceive of your life without it? Perhaps four or five times more. Perhaps not even that. How many more times will you watch the full moon rise? Perhaps twenty. And yet it all seems limitless.
Paul Bowles, The Sheltering Sky.

Todo tenía sentido en aquel instante, hace ya una hora, más o menos, la frase que había visto al final de película The Sheltering aparecía de nuevo ante mis ojos. Aquella película que accidentalmente sintonicé y que no me regalaba nada, me exigía que la interpretara y que la leyera como si... el final fuera la culminación exorbitante de toda la existencia humana. Creo que fue este martes, no recuerdo exactamente bien, pero fue esta semana.

El viento en la calle soplaba con fuerza ante mi estupefacción total. El no contenido asombro de actos ligados a sí mismos por accidentales o misteriosas procedencias dejaba de ser abstracto y se podía tocar y ver. Frente a mí. Como una presencia de total comprensión, pero que no dura más de una hora.
La ciencia, a pesar de sus progresos increíbles, no puede ni podrá nunca explicarlo todo. Cada vez ganará nuevas zonas a lo que hoy parece inexplicable. Pero las rayas fronterizas del saber, por muy lejos que se eleven, tendrán siempre delante un infinito mundo de misterio.
Gregorio Marañon.

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