Raúl Bañuelos
Los solos no tienen compañía porque no
quieren asolar a nadie.
Envidian al que fueron antes
y al que serán mañana.
Se saben mejores sin ellos mismos
y peores si no existieran.
Tienen sembrado un terreno lejos de todas partes
que cosecharán un día lloviendo.
Sufren porque quieren. Si a nadie quisieran
sufrirían por cualquier otra cosa.
Les gustan las multitudes para sentirse más.
Y hay tardes enteras en las azoteas donde
acompañan el atardecer.
Se quedan viendo una nube, una calandria, una belleza
de cuerpo para viajar en el corazón del instante.
Se meten a bares donde nadie sino todos estarán con
ellos.
Beben cerveza sin sed. Lloran sin lágrimas. Piden sin
ofrecer.
Son una casa sin abandonar. Dejados hacia lo que
dan.
Tienen un agujero extra debajo de la puerta
y un vidrio delicadamente quebrado en la ventana.
Se sacan a balcón para verse en compañía del aire.
Les duele lo que no gozan sin medida.
Los solos piden lo que han de dar. Tienen todo que dar.
Lo mucho que aman es el mayor secreto del mundo.
Praxis Dosfilos. Universidad Autónoma de Zacatecas. 1996.
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27 de julio de 2006
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