Sun Pi-chen cruzaba el Río Largo* en barco, cuando de pronto estalló una feroz tormenta. El barco se movía hacia delante y hacia atrás, con gran riesgo, y el terror se propagó entre todos los pasajeros. En ese preciso momento se manifestó un espíritu en medio de las nubes. Avanzaba ornamentado con coraza dorada y hacía con una mano una extensa tira de papel, donde se podía leer, en trazos también dorados, tres caracteres: SUN PI CHEN.
Los pasajeros del barco, después de descifrar los caracteres, se acercaron a Sun Pi-chen con ademanes intimidatorios:
—¡Miserable!—, le gritaron—. ¡Has provocado la ira del Cielo! Lárgate de inmediato para que tu condena no nos perjudique también a nosotros!
No le permitieron emitir palabra alguna y lo subieron a un bote. Lo arrojaron al agua embravecida y lo compelieron a alejarse del barco con vociferaciones e insultos amenazantes.
Cuando Sun Pi-chen giró la cabeza para observar, el barco ya se había hundido.
*El río Yang-ze, como se le conoce en occidente.
Los pasajeros del barco, después de descifrar los caracteres, se acercaron a Sun Pi-chen con ademanes intimidatorios:
—¡Miserable!—, le gritaron—. ¡Has provocado la ira del Cielo! Lárgate de inmediato para que tu condena no nos perjudique también a nosotros!
No le permitieron emitir palabra alguna y lo subieron a un bote. Lo arrojaron al agua embravecida y lo compelieron a alejarse del barco con vociferaciones e insultos amenazantes.
Cuando Sun Pi-chen giró la cabeza para observar, el barco ya se había hundido.
*El río Yang-ze, como se le conoce en occidente.
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