Sin duda el principal motor en mis primeros años de bloguero era una cosa cuasi obvia, latente, semivisible (¿semiinvisible?), adolescente, patética: el amor. Un amor juvenil, casto, doloroso, sincero, barroco, leal y generoso. De ciertas limitaciones intentadas ser superadas por la fantasía, por "la superposición de un lugar sobre otro real".
Rostros sonrojados.
¿Habrá alguna transformación, alguna correlación entre mi diario y el cambio a la democracia en el 2000? ¿Habrá alguna decadencia entre lo escrito y el 2012?
¿Una disminución de la fantasía, de la ingenuidad, de las reglas de la imaginación? ¿Una ciera derrota? Si es así, no será la guerra, sino una batalla. Pero quizás el pensamiento haya emigrado hacia algún otra dimensión, más sensorial o mística, política o contemplativa.
El codo se apoya en la rodilla,
la mano en el mentón
y la sonrisa en un rostro
en las lágrimas que tosen
tu voz...
Rostros sonrojados.
¿Habrá alguna transformación, alguna correlación entre mi diario y el cambio a la democracia en el 2000? ¿Habrá alguna decadencia entre lo escrito y el 2012?
¿Una disminución de la fantasía, de la ingenuidad, de las reglas de la imaginación? ¿Una ciera derrota? Si es así, no será la guerra, sino una batalla. Pero quizás el pensamiento haya emigrado hacia algún otra dimensión, más sensorial o mística, política o contemplativa.
El codo se apoya en la rodilla,
la mano en el mentón
y la sonrisa en un rostro
en las lágrimas que tosen
tu voz...
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