Para todos los familiares de los fallecidos por Covid-19.
Repitan conmigo: tenemos derecho a la tristeza.
Ahora sustituyan la palabra tristeza por la palabra consuelo.
Nuria Labari
Una alteración,
quizás una prueba
de humanidad o de sombra,
una constante calma
antes de la muerte esperada,
un infierno antes del silencio
de un teléfono que no oxigena:
ningún iPhone supo cuándo
empezaron los ritos funerarios.
Anoché pasé por los biónicos
pero solo estaba la hija, cansada,
esperando... esperando...
No vi a su madre.
No la veré nunca más.
Tampoco ella.
No los veremos más
y en eso radica
toda la jodida tristeza
de los amantes que no se
despidieron,
de los amigos que no se
sonrieron,
de los padres que no se
arrepintieron,
de los ojos que no
vieron,
de las cenizas
que quedaron.
Mi abuelo partió lleno de hambre
y cuando los abuelos parten
se llevan consigo
el alivio del universo.
Son el árbol caído donde
un perro mueve la cola
y el tiempo se detiene,
los recuerdos están hechos
de la misma materia
distante e inerte
en los que ningún bote
puede atracar.
¿Qué se puede hacer?
Se llevaron consigo
la mula de seises,
la letra de aquel bolero,
una película en blanco y negro;
un juego, una rima, un rezo
que ya no existen;
las velas del pastel
y las mañanitas,
Alá Mio, Alá Bao,
Alá Bim bon bá;
se llevan consigo
los souvenirs del viaje
con todo y valijas,
las toallas para la playa,
los domingos en casa,
el mismo chiste
y la misma carcajada;
la receta irrepetible,
el abrazo infalible,
la casa de la infancia;
un mensaje, un llanto
encogidos en una palmada:
es raro que digamos
te extraño
a quienes más amamos
porque son los menos
extraños de nuestra
existencia.
Orfandad de abuelos,
padres, hermanos
e hijos, donde la única
arma posible
es subtitular el silencio.
El duelo áspero y violento
que reprimimos en tiendas,
supermercados y pasillos
detrás del cubrellantos kn95,
como si nada pasara
ni nadie hubiera nacido.
La pena no se calla
haciendo streamings
o unboxings vacíos,
porque aún no hay
tecnología biónica
que supla las mutilaciones
del alma.
¿Qué se puede hacer?
Al fondo de estas tumbas
se pueden ver
los océanos del mundo.
Las palabras salvan vidas.
Habla.
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